miércoles, 30 de noviembre de 2011

Parkour & Free running


¿Qué es eso? Muchas veces me han hecho esta pregunta, tanto amigos, familiares e incluso gente que se para por la calle a decirme un amable: 
- ¡Niño! ¿que haces? Que te vas a matar.
Normalmente, cuando alguien me pregunta ¿qué es el Parkour? la respuesta que obtienen es algo simple, para que se hagan una idea: 
- Bueno, el Parkour es eso de dar saltos y hacer piruetas por la calle...
Con esto basta para que la gente se haga una idea y recuerden películas como Yamakashi o Distrito 13.
Pero en realidad, la respuesta es un poco más compleja. Lo primero que hay que saber, es que no es lo mismo Parkour que free running, aunque lo más común es que la gente los confunda o diga solamente Parkour por ahorrar tiempo.
El Parkour se trata de una disciplina que consiste en llegar de un punto A a un punto B de la forma mas fluida y eficiente posible, salvando todos los obstáculos que se encuentren en el camino. Esto incluye tanto escaleras, muros y vallas como elementos naturales, como podrían ser rocas o árboles. El Parkour es conocido como "l´art du déplacement" (el arte del desplazamiento) y sus practicantes son conocidos como "traceurs" (trazadores)


Por otra parte esta el Free running que incorpora movimientos del parkour y los combina con acrobacias y trucos para crear un movimiento bello y estético. Los "freerunners" emplean al igual que en el Parkour el mobiliario urbano y natural para realizar sus movimientos.
Como vemos son dos disciplinas parecidas y a la vez diferentes, pero hay una cosa que comparten las dos, quizá las más importante. Ambas corrientes siguen una filosofía de auto superación, no hay competitividad, cada persona lucha por mejorar cada día y progresar, no por ver quién es el mejor. Más que ser un mero deporte, es un estilo de vida. 

La primera fotografía y la última me las sacó Diego Téllez. ¡muchas gracias!

jueves, 24 de noviembre de 2011

Un corazón, una mirada, una historia.

Julio de 1993, era una noche tranquila,  caminaba de  vuelta a casa por las estrechas callejuelas del casco antiguo de la ciudad, apenas iluminadas. De repente un grito resonó en el laberinto de calles hasta llegar a mis oídos sobresaltándome, no sabía exactamente de donde había venido. Inmediatamente agucé el oído y otro grito escalofriante cortó la noche. Esta vez lo tuve claro, había oído perfectamente de donde provenía. Corrí sin detenerme hasta que salí a una amplia plaza, alumbrada solamente por la luz de la luna, en el centro una figura yacía inmóvil. Me acerqué cuidadosamente, temeroso e intrigado de lo que podía encontrarme. Cuando me acerque pude ver perfectamente el cuerpo de una mujer joven, con los ojos abiertos como platos, vacíos, sin rastro alguno de vida. Tenía un enorme agujero en el pecho, posiblemente la hubiesen apuñalado, examiné más de cerca a la victima. ¿Qué ha pasado aquí? Me pregunte, asustado retrocedí, alguien le había arrancado el corazón a esa mujer. Observé la escena a mi alrededor, el asesinato se había cometido hace poco, el asesino podría encontrarse todavía allí. Escudriñé la oscuridad en busca de alguien y de repente algo se movió velozmente… ¡¡¡MIAAAAAAUUUUU!!! Un gato salió disparado tras una rata y desapareció por un callejón. El corazón me latía desbocado, parecía que iba a salirse de mi pecho. Intenté calmarme, pero de repente, una sombra saltó sobre mí por la espalda. No tuve tiempo de reaccionar, noté un fuerte golpe en la nuca, la vista se me nubló, aturdido me tambaleé y retrocedí unos pasos. Caí al suelo y solo pude ver dos ojos verdes esmeralda abalanzarse sobre mí antes de perder el conocimiento.
Me desperté con un fuerte sabor a sangre en la boca y un gran dolor de cabeza. Rápidamente recordé todo lo ocurrido, no sabía cuanto tiempo había pasado. Me encontraba tumbado en la cama de una estancia pequeña, sin ventanas y con apenas muebles. Me levanté de la cama, con demasiado ímpetu al parecer, pues según lo hice me caí mareado. Volví a intentarlo, esta vez con más calma, fui hasta la puerta y para mi sorpresa pude abrirla sin ninguna dificultad. Me encontré frente a frente con una mujer joven, no más alta que yo, con una larga melena rubia y unos ojos verdes. Portaba una bandeja con comida, no me había dado cuenta hasta ahora del hambre que tenía. Al verme me saludó: - ¡Hola! ¿Cómo te encuentras?- Y me dedicó una sonrisa. Un momento, ¡verdes!, ¡verdes esmeralda! ¿Podría ser que esta chica…? No, no podía ser, parecía totalmente inofensiva.
No sabía que decir, estaba muy confundido. Amablemente me llevó hasta una habitación más acogedora y me instó a que comiera algo. A través de la ventana vi que ya era de día, por la mañana. Mientras comía me explico que había sucedido la noche anterior. Me había encontrado tirado delante de la catedral en medio de la plaza y al verme malherido me recogió y me llevó a su casa para curarme. En ningún momento dijo nada de ningún cadáver y por supuesto yo tampoco dije nada, no quería alarmarla, solo quería salir de allí lo más rápido posible. La mirada de aquella chica, sus ojos, me provocaban una gran inquietud, no tenía un buen presentimiento. Cuando acabé de comer se dispuso a recoger los cubiertos, me dijo que descansara un poco más y desapareció con la bandeja por una puerta al final del pasillo. Sin pensármelo dos veces me puse en pie, procurando no hacer ruido me acerqué al pasillo y fui abriendo una a una las puertas que me encontraba. No vi nada fuera de lo normal, un pequeño baño, una despensa y la habitación donde me había despertado. Solamente quedaban dos puertas al final del pasillo, la salida y la cocina, donde se encontraba la muchacha. Entré en la habitación a buscar mis cosas, no las encontré en ningún lado. Me percaté de que detrás de la puerta había un armarito y supuse que allí estaría lo que buscaba. Lo abrí y  el corazón me dio un vuelco, se me revolvió el estómago y no pude evitar vomitar todo lo que había desayunado. Una voz dijo desde la cocina: -¿Te encuentras bien?- Me asomé a la puerta y vi que la mujer venía por el pasillo, apresuradamente corrí hacia el salón, no encontraba escapatoria. ¡La ventana! Era la única salida,  me acerqué rápidamente y tiré con fuerza, no era capaz de abrirla, miré a mi alrededor y cogí lo primero que tenía  a mano; agarré una silla y la estampé con fuerza contra el cristal. Salí a un pequeño balcón y sopesé mis posibilidades, bajar estaba descartado, habría por lo menos 15 metros hasta el suelo; Sin apenas pensarlo salté al balcón contiguo, desde allí pude ver la cocina, la imagen que se encontraba ante mi me sobrecogió, todo estaba cubierto de plástico y por la ventana se escapaba un olor a lejía insoportable, en el centro una gran mesa metálica con lo que parecían unas amarras, en la pared del fondo había un gran arcón congelador y de la pared colgaban una cantidad ingente de cuchillos, de todas las formas y tamaños imaginables. Trepé por el canalón que tenía frente a mí, al tiempo que la mujer entraba en la cocina y agarraba uno de los cuchillos. Subí lo más rápido que pude, rezando por que aquel viejo tubo chirriante no se desprendiera. Finalmente llegué arriba, corrí sin mirar atrás saltando de edificio en edificio hasta que encontré una escalera de incendios, bajé a trompicones hasta un patio de basuras, por primera vez miré hacia arriba y comprobé aliviado que nadie me seguía, incluso me permití el lujo de hacer una pausa y tomar aire. ¿Qué haría ahora? ¿Ir a la policía? ¿Volver a casa? Decidí volver a la catedral a ver si descubría algo, por suerte no estaba muy lejos, mi huida me había llevado de nuevo a las callejuelas del barrio antiguo, esta vez mucho mas luminoso, gracias al deslumbrante sol que brillaba en todo su esplendor en lo alto. Cuando por fin llegué vi que todo estaba precintado y había un gran revuelo, policías, curiosos, periodistas y sanitarios abarrotaban la zona. Discretamente me fui acercando y presté atención a las conversaciones de la gente:
-         Parece que fue un asesinato…
-         …gran herida en el pecho…
-         ¡Esto es un horror!
-         Si, si… mismo patrón…
-         …parece que no es la primera vez…
-         Una testigo, la están interrogando…
¿Había oído bien? ¿Una testigo? Inmediatamente le pregunte a ese hombre que como sabía eso, me respondió que había un furgón policial al otro lado de la catedral que donde estaban interrogando a una mujer. Corrí en esa dirección empujando a todo aquel que se interponía en mi camino. Cuando llegué no creía lo que veían mis ojos, ¡era la asesina! ¡La mujer que minutos antes me había perseguido! Escuche su conversación con el policía.

-         Dígame señorita, ¿dice usted que vio al asesino?
-         Si, perfectamente, anoche cuando paseaba oí un alarido que procedía de aquí, rápidamente vine y vi como un hombre apuñalaba a esa mujer, intenté evitarlo, pero me golpeó y tuve que huir, ha sido horrible…
-         ¿Podría darme una descripción?
-         Si, era un hombre de unos 25 años, no muy alto…

Mis oídos no daban crédito a lo que oían, aquella mujer estaba dando una descripción exacta mía, tenía que hacer algo, ¿pero el qué? Tenía que contar lo que había visto en aquella casa, lo ocurrido la noche anterior. ¿Pero quién iba a creerme? estaba sucio de andar por los tejados, tenía heridas en los brazos y mi camiseta manchada de sangre. No tuve más remedio que huir, huir lo más lejos posible, salir de la ciudad, incluso del país.
            Pero tuve mala suerte, a la semana siguiente me capturaron intentando cruzar la frontera a Francia, no pude hacer nada. Me llevaron a juicio rápidamente, no pude hacer nada, había una testigo e incluso encontraron pruebas incriminatorias contra mi. Mis huellas estaban en el cadáver. Por eso ahora estoy aquí encerrado por un crimen que no cometí. Por culpa de aquella mujer nunca más pisaré la calle, no hay día que no recuerde esos ojos verdes.

            -No se puede confiar en las mujeres amigo ¿Y tu, por qué estas aquí?